Después de más de una década desde la publicación inicial de La Vieja Familia, Eva García Sáenz de Urturi cierra por fin su ambiciosa trilogía con El camino del padre, una novela que no solo concluye con éxito una saga de largo recorrido, sino que confirma a su autora como una de las narradoras más sólidas y versátiles del panorama literario español. Con más de cuatro millones de lectores en su haber, traducciones internacionales y el respaldo constante de crítica y público, García Sáenz de Urturi entrega aquí una obra que combina la densidad emocional del gran drama familiar con el dinamismo del thriller histórico.
Una historia que trasciende el tiempo
La gran virtud de esta trilogía ha sido, desde su origen, la capacidad de convertir lo extraordinario —la existencia de una familia de seres humanos que no envejecen— en un punto de partida para reflexionar sobre lo más humano: el amor, el dolor, la traición, la esperanza, la pérdida. En El camino del padre, los longevos ya no son sólo testigos de la historia: se han convertido en actores esenciales de su propia saga. Su pasado milenario se entrelaza con un presente cargado de amenazas, secretos y lealtades puestas a prueba.
La novela arranca con una escena fulminante: una explosión en una clínica de Nueva York deja cinco cadáveres calcinados junto a cinco conchas de cauri, firma ritual de los Hijos de Adán, una facción enemiga de la Vieja Familia. Este acto de violencia pone en marcha una trama coral, dividida en distintos continentes y líneas temporales, en la que los protagonistas intentan sobrevivir a sus propios demonios y a las ramificaciones de una guerra ancestral.
Personajes que evolucionan y conmueven
Uno de los logros más notables de El camino del padre es la evolución de sus personajes. Iago, el longevo original, se nos presenta despojado de su habitual racionalidad, afectado por la pérdida y la memoria fragmentada. Su reencuentro con Adriana y con su hijo Gunnarr marca uno de los momentos emocionales más potentes de la novela, no sólo por el dramatismo del reencuentro, sino por la profundidad emocional que la autora logra imprimir en estos vínculos.
Gunnarr, el hijo, emerge como el gran protagonista de esta entrega. El antiguo vikingo, a quien se conoció como berserker, se revela ahora como un estratega silencioso, complejo, que arrastra secretos que podrían cambiar el rumbo de la guerra. Su humanidad, forjada en la lucha, el exilio y el amor contenido, se convierte en el eje emocional de la novela. Su relación con Adriana, marcada por la lealtad y la tensión, añade capas de ambigüedad al relato.
Nagorno, por su parte, representa el reverso oscuro de esta genealogía. Ambicioso, narcisista, cruel, este personaje se perfila como el antagonista perfecto: un heredero del linaje de la matriarca Adana, pero entregado a una lógica de violencia que lo acerca más a la leyenda que al héroe. Su enfrentamiento con Lür, el ancestro común, simboliza el choque entre dos modos de entender la longevidad: como maldición o como oportunidad de redención.
Un mundo en expansión
García Sáenz de Urturi despliega una cartografía impresionante. Desde los desiertos de Libia hasta los templos de Java, pasando por el Camino de Santiago o los campos navarros, la autora demuestra una capacidad poco común para conjugar documentación histórica, evocación sensorial y ritmo narrativo. No se limita a describir: recrea. El lector no sólo visualiza los paisajes; los huele, los saborea, los transita con los personajes.
Este componente sensorial —que abarca desde los perfumes especiados de las tabernas de la Albión medieval hasta los sabores de la cocina efímera en el desierto— enriquece enormemente la experiencia de lectura. La novela se transforma así en una travesía: no sólo emocional, sino física, temporal y simbólica.
El Camino de Santiago, que da título a la novela, se convierte en metáfora de transformación. Gunnarr y Adriana lo recorren no como peregrinos de fe, sino como fugitivos del pasado, buscando un nuevo sentido a sus vidas. Este recorrido funciona como eje narrativo y como símbolo de la búsqueda de humanidad en un mundo dominado por el miedo y la violencia.
Una estructura sólida y una voz madura
A nivel técnico, la novela muestra la consolidación del estilo de García Sáenz de Urturi. La alternancia de voces, las elipsis temporales, el manejo del suspense, la dosificación de la información… todo contribuye a un relato que atrapa sin caer en el efectismo. Cada capítulo aporta información nueva, cada giro argumental está justificado, cada emoción se sostiene en una historia personal.
El lenguaje de la autora ha evolucionado hacia una mayor depuración. Si en las primeras entregas predominaba una cierta urgencia juvenil, en El camino del padre la voz narrativa gana en sobriedad, en madurez. No hay frases grandilocuentes ni efectos innecesarios. La emoción se filtra en lo cotidiano, en los silencios, en los gestos que revelan vínculos inquebrantables.
Reflexiones sobre la inmortalidad y lo humano
Lejos del mero entretenimiento, la novela plantea cuestiones de fondo: ¿merece la pena vivir milenios si se hace a costa del dolor constante? ¿Puede el tiempo borrar la culpa? ¿Cómo se sobrevive a la pérdida repetida? Estas preguntas resuenan en cada página, especialmente en los momentos más íntimos de los personajes.
La autora no ofrece respuestas fáciles. En su universo, los longevos no son superhéroes, sino seres profundamente marcados por la historia, por las decisiones tomadas y por las ausencias que los acompañan. Su fuerza no está en su longevidad, sino en su capacidad de seguir amando, de seguir confiando, de seguir luchando incluso cuando todo parece perdido.
Un desenlace a la altura de una saga ambiciosa
En su última parte, la novela resuelve los grandes interrogantes que habían quedado abiertos desde La Vieja Familia y Los Hijos de Adán. Lo hace sin precipitación, con inteligencia narrativa, y con una sensibilidad que permite al lector despedirse de los personajes con la certeza de haber recorrido un camino juntos.
El final, sin caer en el sentimentalismo, ofrece un cierre emocionalmente satisfactorio, a la altura del viaje que ha supuesto esta saga. Hay lugar para la redención, para la verdad, para la esperanza. Pero también para la pérdida, la memoria y la necesidad de seguir caminando, incluso cuando el destino parece incierto.
Una trilogía imprescindible
El camino del padre no es solo el cierre de una trilogía: es la culminación de un universo narrativo coherente, apasionante y profundamente humano. Eva García Sáenz de Urturi ha conseguido algo muy poco frecuente en la literatura contemporánea: crear una saga de largo aliento que combina éxito comercial con calidad literaria, que entretiene sin renunciar a la profundidad, y que se recuerda no por sus giros de guion, sino por sus personajes inolvidables.
Este volumen final invita no solo a leer, sino a releer toda la saga. Porque como el buen vino —y los longevos—, las historias que perduran son aquellas que saben envejecer bien.